La doctora Raquel Jambrina se desempeñaba en el servicio de pediatría del Hospital Regional y según su testimonio, obligada por la difícil situación que vivía a partir de varios reclamos que hizo, ha tenido que aceptar su traslado a San Rafael.
A través de una entrevista brindada al sitio web Malargüe a Diario, la profesional cuenta en primera persona los hechos que la llevan a alejarse de este departamento. Se trata de un testimonio estremecedor, que habla de corrupción, violencia y mala práxis, en el pequeño hospital del vecino departamento.
– Finalmente, ¿se va a San Rafael?
– Sí, hoy no es el día más feliz de mi vida porque no estoy contenta para nada con esto. Mucha gente me pregunta por qué me voy; el correo electrónico está lleno de mensajes de gente que me brinda afecto y, en realidad, esto yo ya lo venía pidiendo verbalmente al director del Hospital desde fines del año pasado y a principios de este, por escrito, pero me negaron la adscripción de mi cargo a San Rafael.
– Y entonces, ¿ahora le dieron su adscripción a San Rafael?
– Claro, después de varias cosas que pasaron, me ofrecieron a San Rafael y me pidieron que aceptara el traslado.
– ¿Qué cosas motivaron, en principio, su pedido para dejar Malargüe?
– El motivo por el que pedía irme es que después de salir de testigo de unos padres por un caso de mala praxis, me trataron de despechada y no se le dio la verdadera importancia a los casos que yo denunciaba.
– Malargüe a diario: ¿Nos puede comentar a qué hecho puntual se refiere cuando habla de mala praxis?
– En realidad, fueron más de uno pero me refería a un caso espantoso que me tocó vivir. Un día ingreso a la sala de internación y allí se encontraba una niña de nueve años; entra una técnica del laboratorio a tomarle una muestra de flujo vaginal y yo la ayudo. Cuando le pregunto a la mamá por qué la han internado, me contesta que para estudiar el flujo; me voy a leer la historia clínica y el pediatra de guardia (Barboza) ha puesto como diagnóstico “sospecha de abuso”. Concretamente, decía que la paciente ya había consultado otra vez por prurito vaginal y llaman al ginecólogo de guardia (Vega) quien constata ausencia de himen por lo que suponen que se trata de un abuso. Por ley, bajo apercibimiento de ley, en menos de 24 horas hay que informar estos casos al organismo protector, entonces pregunto si ya se ha hecho esto y me dicen que no y le pido a los médicos que revisaron a la niña que hagan la denuncia o escriban bien lo que pasaba en su historia clínica. Uno de ellos (Vega) me la tira al piso y me dice que “con psiquiátricas no habla”. Todo esto ocurrió frente de la jefa de enfermeras de pediatría (la licenciada Palacios); ella levantó el papel aunque luego lo negó y, desde ese momento, empezó una cosa espantosa. La madre no sabía por qué estaba internada su hija, aunque todos sabemos que hay que informar a los padres, y el jefe de laboratorio (Salinas) había encontrado en el flujo una cándida, que es un germen que puede estar en cualquier mujer, entonces hubo muchas dudas y discusiones respecto a que si había o no había sido abusada. Ese mismo día me avisan que el ginecólogo y el forense (Vega y Agüero) están esperándome para revisar a la niña; cuando entro a la habitación la tenían agarrada de los tobillos hacia arriba y me dice uno de ellos (Vega): “doctorcita, acá estamos para revisar a esta la niña que está claramente abusada”. Les pido que la dejen y que hablemos afuera, porque la niña nos estaba escuchando, y la madre al ver todo esto comienza a desesperarse, a preguntar de qué estamos hablando. Yo insisto con lo de la cándida, la enfermera me hace callar (de hecho, así lo testifica la madre en una nota que manda al director), y me dicen: “doctora, no sea ilusa, los abusos pueden ser con dedos o palos”. La pequeña rompe en llanto y comienza a patalear; la madre pide explicaciones y el ginecólogo (Vega) le hace ver diciéndole que “esto no es normal”, mientras le introduce dos dedos, dos o tres veces, en la vagina. La niña gritaba. Eso no está permitido, no se puede hacer tacto vaginal para detectar abuso en una niña. Entonces, la madre me cuenta que ya había sido tactada anteriormente. Yo los hecho de la habitación y ellos se van burlándose de mí.
– ¿Y cómo continúa este caso?
– La madre hace la denuncia en la comisaría y el Juez de Instrucción toma parte del asunto. El caso ya está en tribunales y yo soy testigo. Además, ella le escribe una carta al director del Hospital donde le dice que “su hija entró virgen y no salió del mismo modo por los dedos del doctor”. Espantoso. La familia debió ingresar, por protocolo, al organismo protector hasta que, después de siete meses, les dijeron que no siguieran con el tratamiento psicológico porque la niña no presentaba estigmas de abuso, pero la familia quedó destruida porque el principal sospechoso es el padre en estos casos. Esto es una vergüenza; lo he callado durante más de un año y yo ya venía denunciando y quejándome de varias cosas que pasaban.
– ¿Qué otras cosas pasaban?
– En diciembre pasado, una chica de la Salinilla casi se me muere en el consultorio por falta de una atención correcta. Ella ingresa para hacer atender a su bebé (lo traía porque lo veía amarillo) pero a mí me llama la atención ella porque estaba gris, sudorosa, volando en fiebre y tenía un olor fuerte. Le pregunto qué le pasa y me dice que hace una semana que está así, llamo a la enfermera para tomarle la fiebre y la tensión y le pregunto si después de la cesárea consultó con el médico y me dice que viene de ahí. Él (Vega) le había dado un puñado de paracetamol y le dijo que estaba así porque estaba amamantando. Le pregunto si le habían revisado las heridas y pérdidas y me dice que no. Pido una silla de rueda, me la llevo al laboratorio, le hago sacar sangre y la interno. Esa chica tenía restos placentarios infectados y entró al quirófano de urgencia. Si se hubiera quedado con lo primero que le dijeron se habría muerto en el campo. También presenté nota por esto, pero ella no se animó a escribirle al director porque, como mucha gente, tenía miedo de quejarse y que se los agarre entre ojos, porque este es el único lugar donde pueden atenderse. Es grave, porque hay varios casos de mala praxis en la que está involucrada la misma persona y no se tomaron medidas antes.
– ¿Sus quejas estaban dirigidas siempre al mismo médico?
– No, fueron varias cosas… También me quejé del médico forense (Agüero) por un caso en el que recibimos un niño con abuso y cuando vino él hizo sacar la materia fecal con moco blanco para examinar porque dijo que “con mierda” no lo podía revisar y no pudimos tomar las muestras correspondientes que hacían falta.
– ¿El caso Camiolo por el bebé fallecido se suma a todo esto?
– Sí, pero fijate que cuando empecé a opinar sobre ese caso, lo primero que hice fue decirle a la gente que las cosas hay que dejarlas por escrito para que el director del Hospital tenga conocimiento, y no se trata de incitar a los pacientes a denunciar pero hay que animarse a decir las cosas porque hay mucho maltrato. Lo segundo, pedirle que confíe en que hay buenos profesionales. Por ejemplo, yo hago guardia con el doctor Spinelli y pongo las manos al fuego por él porque es super responsable, así como otros (Gío, Gómez, Simone…). Y, además, solicité que no metiera a todos los gatos en la misma bolsa, pero evidentemente la gente tiene casos que exponer y se quejaron hasta de mí por una vez que me demoré en atender a alguien.
– ¿Cómo era su relación con el resto de los compañeros de trabajo?
– Muchos me consideran mala compañera, una “despechada”, pero yo me pregunto: ¿hay que callar estas cosas? Después del caso de la niña de nueve años que comenté, se me hizo la vida imposible. Muchos de mis compañeros no me saludan, me critican y yo jamás traté mal a nadie, como dicen. Y, por supuesto, los amigos que tengo no se animan a hablar después de lo que me ha pasado. Volví de las vacaciones y me habían roto el ventanal del frente de mi casa, otro día me rompieron el parabrisas de mi camioneta, me han insultado, me denigran y me hacen a un lado. Me han hecho un daño terrible y duele más cuando lo que uno hace es sólo exigir que se haga lo correcto. Me gusta que las cosas se hagan bien y si estamos para mejorar la salud pública las cosas se tienen que hacer bien.
– ¿Cuándo se decide su adscripción a San Rafael?
– Para el Día de la Mujer, en marzo, una de las enfermeras de la guardia me ofrece su apoyo y me pregunta qué podíamos hacer respecto a una nota que los doctores Barboza y Vega habían hecho y en la cual estaban juntando firmas para que yo me hiciera una pericia psiquiátrica. Eso fue como un cachetazo para mí, y se la pedí insistentemente al director del Hospital pero no me la dio porque me dijo que la había archivado por improcedente. Luego, hace unos días, me llaman de San Rafael porque se estaba hablando de la posibilidad de irme para allá y tuve que aceptar mi traslado porque no se puede trabajar así.
– ¿Está conforme con el traslado?
– No. Yo lo lamento en el alma por la gente. Amo a la gente de Malargüe y he sentido el cariño de los pacientes en estos días, pero no se puede trabajar de esa manera. Yo estoy indignada por las cosas que han pasado y me toman como mala compañera, mientras muchos defienden, protegen y cubren a los responsables. Además, yo soy sostén de hogar y pensé en decir que no al traslado porque me compré un terreno acá con mis ahorros y salí sorteada en el Procrear para hacerme la casa, pero he recibido mucho maltrato y la verdad es que me tengo que ir por hablar.