Históricas: La Sra. de Morales, de la Escuela 25 de Mayo*

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Recta, grave su gesto y exigente al máximo era aquella maestra de la Escuela 25 de Mayo, cuyo rostro, de facciones regulares denotaba gran firmeza espiritual.
Atildada, prolija, esmeradamente ordenado sus libros y cuadernos de anotaciones, los niños que cursaban estudios primarios, habituados a las lecciones que dictaba con extraordinaria claridad, entendían casi a la perfección las materias que eran de difícil interpretación.
Si quienes ayer fueron sus alumnos recordaran hoy, la increíble facilidad que tenía aquella mujer para penetrar sutilmente en el intelecto de la niñez, juzgarían asombrados que la señora de Morales, más que una condición notablemente superior a los límites comunes, poseía en realidad una virtud. Porque una virtud era su extraordinaria capacidad de síntesis, de parejos relieves al de su excepcional manera de exponer y ser fácilmente comprendida por sus discípulos que en el final de la década de 1920 contaban entre ocho o nueve años de edad.
Sus «educadores» -palabra que siempre llevaba a flor de labios- de aquella época, evocarán con nostalgia la vieja maestra de mirada fría, que ocultaba una lejana sensación de sufrimiento.
¿No habría, tras aquel rigorismo algún infortunio? Poco y nada se conocía de su vida. Su madre, una anciana que dificultosamente caminaba apoyada en un bastón, era su única compañía y el exclusivo y gran amor de su existencia, enteramente consagrada a la docencia.
Decía los escolares que no era necesario llevar a sus domicilios muchos apuntes de lo que ella explicaba, pues tan solo escuchándola en torno a lo que debían traer al día siguiente «bien escrito y grabado en la mente», casi no era preciso memorizar. Podría definírsela como un «talento mecánico» hecho y conformado a una conducta y un ordenamiento espiritual.
Hablar «lo justo», era para ella algo semejante a una consigna. Pero esa justeza en lo expresado equivalía a una sentencia, semejante a los lemas que quedan a perpetuidad.
En su labor docente era la señora de Morales muy afecta a reiterar a «que se nace, se vive y se muere», tema que aunque aparentemente no era el más indicado para sensibilidad infantil, jamás produjo en los chicos, ideas espirituales que no fueran alentadoras.
* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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