No imaginaba aquel joven ingeniero recién egresado de la universidad de París, mientras regresaba a su natal Saint Etienne, gran emporio industrial francés, el destino que le aguardaba.
Corría el año 1862, y gradualmente se iban difundiendo en Europa las noticias entorno a las riquezas existentes en las vírgenes tierras de la República Argentina, país que recién comenzaba a desarrollarse, y cuyo presidente un
talentoso abogado, escritor y militar, llamado Bartolomé Mitre, junto a otro genio y virtual padre de la educación, Domingo Faustino Sarmiento, auspiciaban la llegada al país de ciudadanos extranjeros de cualquier profesión, a quienes sólo se le requería buena voluntad y vocación de trabajo.
Con su diploma y el temple característico de su precoz alma de pionero, abrazó a los suyos, y en una de las primeras berlinas que comenzaban a circular en Europa, tras un par de días de marcha junto a la ruta del caudaloso Ródano, llegó a Marsella, en cuyo puerto, cubiertas las formalidades, embarcó con rumbo americano.
Su apellido era Balloffet, y Julio Gerónimo sus nombres.
Encontró a bordo algunos compatriotas que seguían igual camino al suyo, y tras la zarpada y el paso de los días, quedaron atrás Barcelona, Valencia, Cartagena, en el Mediterráneo, y Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Cabo Verde, Río de Janeiro y Montevideo en el Atlántico Sur.
Por fin, y a pocas horas de entrar en las marrones aguas del Plata, amarró el buque en el porteño puerto de la Boca del Riachuelo.
La vida del ingeniero Balloffet simbolizó un real ejemplo de capacidad e inteligencia puestas al servicio de una gran causa.
Apenas arribó a San Rafael, fundamental resultó su inmediato accionar en el desarrollo agrícola, que abarcaba todo el conjunto de las artes y ciencias necesarias para la mejora de los campos y el incremento industrial de la zona.
Notablemente versado, y firme en el propósito de modernizar técnicas y procedimientos destinados al progreso departamental, Balloffet fue, sin duda alguna, uno de los mas avanzados y brillantes ingenieros destacados en el
interior del país. Basta tan solo juzgar el valor de sus diseños y el trazado urbanístico de la naciente villa, cuya mensura constituía, como lo expresó Luis A. Huergo (su colega argentino constructor del Puerto del Riachuelo en Buenos Aires), una obra propia de un profesional de alta capacidad técnica.
Luego de contraer matrimonio con Aurora Suárez, acaudalada primogénita del primer dueño de las tierras regionales, construyó en la década de 1880 el denominado Fortín Aurora, próximo al río Diamante, ajeno al riesgo de habitar en una zona prácticamente desértica, aunque estratégicamente situada, para cubrir al poblado de las incursiones indígenas e interjectivas llegadas de cuatreros, asiduos visitantes del lugar.
Profesional de singular imaginación, quizá con la mente puesta en los «Boulevares» que un largo medio siglo atrás hizo construir Napoleón en París «facilitando rápidas salidas», proyectó la extensa vía que hoy lleva su nombre, cuyos flancos decoró con retoños de álamos.
La calle Balloffet, quizá una de las arterias mejor, diseñadas dentro del mundo de la urbanística, constituye una obra caminera dispuesta y concebida en aquel tiempo, con la visión del futuro que solo es propia de los grandes.
A su gestión personal le debe San Rafael la acción desplegada por don Rodolfo Iselín, a quién le hizo ver las ventajas que significaban las inversiones en esta región. Obvio, es por otra parte referir lo que significó la presencia de su compatriota en el sur mendocino.
Una década antes de su muerte dirigió personalmente las obras rectificadoras de los canales Cerrito y Toledano, donde realizó en hidráulica una labor, luego imitada en obras de riego dentro de la provincia.
«Murió en su ley» -dijeron los viejos pobladores sanrafaelinos-
En efecto: falleció cuando mesuraba los campos de don Domingo Bombal, gran amigo suyo al igual que sus dilectos camaradas don Arturo Blanco y Pedro Benegas, cuyos espíritus semejaban al del inolvidable Balloffet.
* Publicado en el suplemento «Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael», de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.