POR ALEJANDRO DELL ORBO – Meses atrás, antes de la partida del kirchnerismo en los gobiernos provincial y nacional, un grupo de presuntos «militantes K» pergeñaron un plan para destituir al Consejo Directivo de la Escuela Normal en su totalidad, entre ellos al ex rector Ramón Maluenda, y a la rectora electa, Sandra Montoya.
La Dirección General de Escuelas, en ese momento manejada por funcionarios designados por el ex gobernador Francisco Pérez (recientemente denunciado por enriquecimiento ilícito), fue cómplice de dicho «golpe» institucional.
Entrar en los detalles de las resoluciones que justifican el «golpe» (llamado formalmente normalización) es estéril; sería como leer el fallo del juez Norberto Oyarbide negándose a haber investigado a Cristina Fernandez por su crecimiento patrimonial. Es claro que se ahonda en algunos formalismos de interpretación arbitraria. Insisto, no vale la pena entrar en detalles.
Pueden escribir libros enteros al respecto, pero la realidad es que un establecimiento que estaba funcionando «correctamente», fue despojado de sus autoridades, de un día para el otro, sin derecho a la defensa por parte de las mismas.
A 5 meses del «golpe» la Escuela continúa intervenida, y el tema ya se encuentra judicializado. Es más, en abril habría noticias en este sentido, que pueden retrotraer todo lo actuado desde el 24 de noviembre pasado a la fecha.
UNA CARTA QUE ESTREMECE
Esta mañana, HOY SAN RAFAEL recibió la carta escrita por una docente de la escuela, que prefiere el anonimato, y que aquí publicamos:
«Mientras recorro las mismas viejas galerías que camino desde hace ya varios años, veo, percibo, intuyo, huelo una división. Tal como quedó el país, también quedó mi escuela Normal.
Por un lado, los llegados de “arriba”, esos que estuvieron hace algunos años, pero que cuando se fueron por el camino de la política, se olvidaron que el Normal fue su casa, y hasta despotricaron (y firmaron) contra ella… aunque a estos hace un tiempo que no los veo, deben ser los privilegios que tiene ser parte del lado que manda…
Por otro, los de siempre, los que nos encontramos en las horas de consulta, los que nos reunimos a articular, a planificar, a conocernos…
Y por otro rincón aquellos que parecen títeres, ya no miran a los ojos, no saludan, no articulan, no charlan salvo que tengan algún discurso que les ordenaron repetir.
¡Qué tristeza me da! Primero porque quienes nos miran de afuera, lo hacen desde el triste papelito que hacen los títeres. Escriben notitas, mandan correos, reparten panfletos y resoluciones con el fin de convencer… Si es tan correcto lo que están haciendo, ¿De qué nos quieren convencer? ¿De que este malestar que flota en el aire es una “sensación”?
Pobres…
Los pocos de “arriba” que no están de licencia, miran con aire de superioridad, parece que los cargos políticos te sacan la estupidez de la cabeza y te proclaman seres superiores. Y yo que creía que el ser docente, pero el de verdad, el de la vocación, el que se las pela en serio, ese ser te sacaba la estupidez… parece que no, ellos creen que no. También, pobres!
Y nosotros, los que laburamos, y que parece que lo hicimos tan enfrascadamente que no nos dimos cuenta de lo mal que se estaban manejando las cosas.
Llegamos una tarde, y en el medio de un movimiento violento, que olía más a traición que hecho justo, vimos cómo los de “arriba” y los “títeres” cortaban nuestro trabajo para decirnos que todo lo que hicimos y no hicimos estaba muy mal. Que desde el 2013 todo está muy mal. Pero vi que muchos títeres fueron parte de la gestión anterior, e imagino que ellos sabían esto, e intuyo que deben haber avalado esto que ahora denuncian…
Porque no nos llamemos a engaño, si desde hace tiempo estaban preparando el gran golpe, algo deben haber negociado… ¿Qué será? Quizás que si sale mugre por su lado de la alfombra, se vuelva a esconder, pero por el lado de Maluenda? Vaya uno a saber… siempre trabajé de la mejor manera que sé hacerlo, no me ocupé de guardar suciedad sino de sacarla.
En una resolución, única fuente sin pruebas, muy mal escrita y desordenada, habla de maltrato que francamente la mayoría, no sufrió jamás por quienes están denunciados. En lo personal sí lo sufrí, pero de parte de algunos títeres…
Habla de persecución. Será que soy invisible, o que hago mi trabajo como corresponde, a mí y al 99% de los docentes no nos persiguió absolutamente nadie. Salvo que pedir que hagas tu trabajo bien, sea un acto discriminatorio; que el derecho a “trabajar como se me cante”, aún fuera del estatuto, sea más importante que el derecho que tienen mis alumnos a recibir educación con excelencia.
Habla de un evento desafortunado, que algunos que se llaman profesores y no representan en nada a todos sus compañeros, armaron con un grupo de alumnos. Yo presencié ese hecho. La violencia, las peleas, los gritos, se sucedían de parte de un grupo, no muy grande de inadaptados traídos de afuera, mientras pocos, muy pocos de nuestros estudiantes miraban con vergüenza ajena. No vi a ningún profesor, mirando esto… Por eso cuando opinan me da pena, porque son grandecitos algunos para defender ideas contra alguien, y sin masticar un poquito se largan a ponerse una camiseta que no les entra.
Esa Resolución habla, mezcla, repite, redunda, parece más un acto desesperado de autojustificación que un acto de justicia y mucho menos de “NORMALIZACIÓN”.
A muchos, pero muchos ¿eh?, no nos agrada esta situación. Nos da impotencia que quieren “arreglar” desde una visión muy cortita. Ninguno de los que están ahí saben manejar una institución tan grande como si fuera un IES chiquito. Nos da impotencia que aquellos que acompañan, “títeres ridículos”, ahora en forma puntual, eficiente y efectiva, son exactamente los mismos que durante años, cobraron sin hacer ni el más mínimo esfuerzo, ni siquiera de estar presentes.
Nos da impotencia, que pese a que está cursando un recurso de amparo, siguen tomando decisiones que saben que en cuanto se expida la justicia se tendrán que caer.
Nos da impotencia, que el actual gobierno, al tanto de esta situación ya desesperante, siga sin hacer absolutamente nada. Porque si es tan importante la calidad educativa, no deberían hacer oídos sordos.
La escuela Normal, como nos encanta llamarla, y hasta eso quieren sacar, tenía un Consejo Directivo en funcionamiento, que decidía, debatía y escuchaba. Salvo por quienes al no poder imponer su opinión, se declararon ofendidos y armaron este circo, violento e injusto. Dicho sea de paso, era la oportunidad que algunos de “arriba” esperaban, para no tener que volver a dar clases y nada más. Porque como sabemos, el poder es una enfermedad mortal. Esto es una suposición, es cierto, pero si el Normal estaba tan mal desde antes, cómo los de arriba no hicieron algo, ¿cómo no denunciaron estas cosas antes?, ¿por qué esperaron tan astutamente al 22 de noviembre y al confirmar que se quedaron sin teta para tomar, decidir “actuar” en su favor, por supuesto?
Si este Normal necesitaba ayuda, la DES hizo abandono absoluto de información, de seguimiento, de contención, de guía y hasta de pertenencia.
Como conozco el tipo de gestión de quienes están “normalizando”, me escondo detrás del anonimato. Pero es tan grande la bronca que debía decirlo, por mí, por mis compañeros, por mis alumnos, por esos preceptores que valen la pena, por los celadores. No queremos que sea lícita la impunidad, que se hable de democratización a un acto impuesto, esto NO LO ELEGIMOS. Nadie nos llamó para informarnos ninguna irregularidad, si en lugar de irse, se hubieran presentado a defender sus proyectos hoy estaríamos quizás frente a un gobierno elegido por nuestro Consejo… Pero no, los títeres, no piensan, solo se dejan manejar».