Cuando los criollos legítimos anhelaban la emancipación, arribó a Buenos Aires, siguiendo las profundas huellas que por el oeste cruzaban la Villa del Pilar, un carretón tirado por bueyes, que traía una delegación de indígenas Pehuenches, oriundos de la Cordillera de los Andes. - ¿Quién es esa gente y que busca? -preguntó a sus súbditos el virrey Sobremonte, que años antes (corría enero de 1805) había reemplazado a Joaquín del Pino, hasta entonces máxima autoridad en nombre del soberano español. - Son integrantes de un pueblo lindero con los pasos montañosos chilenos. Manifiestan haber partido hace mucho tiempo, y se ven muy desnutridos, le dijeron. - ¿Cuántos son, y cuales sus nombres?, repreguntó el virrey. - Dos hombres y dos mujeres. "Caripán y Neculantain".
Históricas
El Pititorra y el Club Quiroga*
Vivía décadas atrás alejado del centro sanrafaelino, un hombre de mediana edad y reducida estatura, mucho más conocido por el apodo de "Pititorra" que por su nombre o apellido verdaderos. Aquel sobrenombre se debía a que era tan pequeño cuando nació, que hasta la propia "comadrona" exclamó apenas estuvo fuera del vientre materno: "Esta criatura parece una Pititorra", en alusión al diminuto pájaro, menor que un gorrión, cuyo género pareciera comenzar hoy a extinguirse. Había infinidad de aquellos minúsculos volátiles en el sur mendocino, y según los pobladores cercanos a los cerros, procedían de lugares altos de la región. No eran dañinos; y en sus cortos y rápidos desplazamientos lanzaban chillidos apenas audibles abriendo su alargado "piquito" de un marrón algo más