POR ALEJANDRO DELL´ORBO – En tres décadas pasaré a ser un anciano; en algunos lugares me dirán «viejo», y en otros «viejo de mierda».
Si la parca no nos lleva antes, todos llegaremos a la vejez; ese estado donde las funciones del organismo no son las mismas que a los 20, 35 o 50; y donde el dolor y los padecimientos físicos se tornan costumbre. Pero eso no es todo, deberé, como los actuales «viejos» en la Argentina, soportar la discriminación y el destrato de la sociedad, incluso de los gobernantes, quienes decidirán que viva el resto de mis días con una jubilación miserable.
Yo no inventé la humanidad, pero si hubiera sido Dios la vejez sería una etapa que suprimiría de la vida.
Hoy la veo de lejos, aunque igualmente siento algunos coletazos de la decrepitud. Desde el pelo que se cae, los surcos que aparecen en el rostro para quedarse, dolores de cintura por estar unas horas sentado, cansancio al agacharme, etc.
La vista tampoco es lo que era a los 20. Hace 15 años atrás leía la guía telefónica a 2 metros de distancia, cuando actualmente debo acercarme a no menos de 30 centímetros.
En definitiva, como decía Pablo Milanés: «el tiempo pasa, y nos vamos poniendo viejos»…
Hoy no puedo hacer las mismas cosas que a los 20, y dentro de 30 años no podré hacer las que hago ahora.
Soy consciente que para todo hay una edad en la vida: para hacer un deporte profesionalmente, para usar determinado tipo de ropa, para salir de juerga y, también, para manejar.
Si bien la respuesta del cuerpo no es igual en dos personas de 80 años, hay patrones en común: Pérdida de visión y capacidad auditiva, y pérdida de reflejos, lo que deriva en la necesidad de más tiempo de reacción. Además, a los ancianos les resulta difícil discriminar objetos en movimiento.
Estudios científicos establecen que de noche los conductores ancianos necesitan entre un 65 y un 77% más de distancia para leer las señales de tránsito. La agudeza visual y la vista periférica también decaen y disminuye sustancialmente la capacidad para ver la información en las zonas periféricas.
En fin, la actual legislación no prevé límite de edad para conducir (excepto carnet profesional) cosa que debiera ser establecido por nuestros diputados y senadores.
Ya se… usted que tiene más de 70 me dirá: «Muchos de 25 manejan peor que nosotros», y es verdad.
Sin embargo, la gente joven que maneja mal es por su propia incapacidad de entender y respetar las leyes viales; en tanto el geronte por incapacidad física, que supera a su diligencia y sentido común.
AUTOLIMITE
Todos envejecemos de manera diferente y, por lo tanto, no es posible predecir cuál será la edad máxima para conducir bien. ¿Cómo puede determinar si ha llegado la hora de dejar de conducir?
Para ayudarlo con esta decisión, pregúntese:
1- ¿Me tocan la bocina con frecuencia los demás conductores?
2- ¿He estado en accidentes, incluyendo los leves?
3- ¿Me han dicho mis familiares, amistades o mi médico que se preocupan cuando conduzco?
4- ¿Me pierdo al conducir, incluso en zonas que conozco?
5- ¿Se aparecen otros automóviles o peatones de la nada?
6- ¿Conduzco menos que antes porque no confío en mi habilidad?
Si contestó sí a cualquiera de estas preguntas debe pensar si todavía es un conductor seguro. Si contestó no a todas, no olvide examinarse la vista y la audición periódicamente.
ACCIDENTE FATAL
Un hombre de 84 años, oriundo de Salto de las Rosas, se subió a su Toyota Hilux y tomó la ruta 146. A la altura de la Vuelta de Bernués, en el distrito ferroviario de Monte Coman, quiso pasar un camión, sin advertir un Peugeot 205 que venía de frente, conducido por otro octogenario.
La colisión fue inevitable, porque el anciano que manejaba el Peugeot tampoco tuvo los reflejos necesarios como para esquivar la Toyota.
El resultante del «accidente» fue la muerte de Dolores Constanza Martinez (79), que acompañaba al conductor del Peugeot, Celestino López (82), ambos de Monte Coman.