POR ALEJANDRO DELL´ORBO (Director Gral. de MendosurMedios) – Las fiestas de fin de año son un verdadero contrasentido: mientras hay personas que las ansían y anhelan, sintiendo que con ellas renace la esperanza en distintos aspectos de la vida, hay otras que las sufren enormemente, empezando por quienes sienten la ausencia de un ser querido recientemente fallecido, y terminando por aquellos que no tienen el dinero necesario para poner una mesa digna, y hacerle un modesto regalo a sus hijos… y en el medio un centenar de otras situaciones de peso.
Además, las fiestas generan muchos estados de ansiedad y situaciones de conflicto familiar que se actualizan.
En definitiva, generan ambivalencias; se potencian las distancias y afloran las diferencias entre parientes.
Para algunos cuesta cumplir con todos los seres queridos; y renacen las discusiones matrimoniales sobre a la casa de quien ir a cenar en navidad o año nuevo.
Por ejemplo, en silencio, hombres y mujeres deben fingir sentirse cómodos en la casa de los suegros, donde deben cruzarse con el cuñado, al cual no soportan, y -para colmo- tener que brindar a las 12 de la noche y darle un hipócrita abrazo.
Es claro que buena parte de los argentinos deben ir cuasi obligados a los hogares donde no la pasan bien.
En otro contexto, por estos días se entremezclan emociones y se busca compartir momentos con amigos, vecinos y parientes, con la excusa de encontrarse a tomar algo para despedir el año.
Por eso es bueno hacer un paréntesis, llamar al sentido común y saber, verdaderamente, que es lo que conmemoramos en Navidad y Año Nuevo.
LA NAVIDAD
La Navidad no es más ni menos que el presunto cumpleaños de Jesús, el profeta judío que dejó un mensaje de amor y la receta de como actuar para salvar el alma y acceder a la felicidad eterna, siempre según sus seguidores.
Pero el hombre, lejos de hacer de la madrugada del 25 de diciembre un momento de reflexión y autocrítica, aprovecha la oportunidad para comer y beber hasta el hartazgo, tirar cohetes y hacer algo contrario a las religiones cristianas, como mentirle a los niños con el cuento de Papá Noel.
AÑO NUEVO
En lo que respecta al 31 de diciembre, el clima festivo se entiende mucho más, porque es la inmejorable oportunidad para despedir el año que se va y recibir al que llega, aunque se trate de un mero simbolismo, pues vale decir que el almanaque es un invento del hombre creado para medir el tiempo.
Pero insisto en que es una excelente excusa para celebrar, ya sea porque termina un año que ha sido desfavorable, o porque se tiene una muy buena expectativa con el que entra. Además, en nuestro país coincide con el ansiado período de vacaciones.
Por otra parte, creo que también el 31 de diciembre es una magnífica oportunidad para hacer balances (igual que lo hace un banco), y transcribir en un papel las cosas buenas y malas que han pasado… los objetivos cumplidos y los incumplidos… y los cambios que se produjeron en nuestra persona durante esos 365 días, como también los que queremos hacer.
Fechas histéricas las de fin de año… donde la sociedad de consumo crece a niveles absurdos… donde las personas caminan como hormiguitas en busca de alimentos y bienes materiales… y donde el 2 de enero todo vuelve a la «normalidad», como siempre pasó y pasará, porque NADA CAMBIA después de estas fiestas.