La sangre española de cualquier hijo de la Madre Patria es tan propia como poderosa e inconfundible. Don Bernardino, pionero de alma, y simbolismo del progreso, observó y profundizó en torno a la importancia que para la agricultura podría significar la construcción de un gran canal en la llanura que se extendía en la zona donde actualmente se levanta la población de Villa Atuel.
Profundo era el pensamiento del hispánico, con la mente puesta en aquella extensión, a la que hasta en sueños la imaginaba recubierta de vegetación.
Ah!! Si una corriente de agua cruzara estos campos!!! -hablaba consigo mismo-, y un buen día se decidió. «Pondré manos a la obra». No faltará quién, de acuerdo con mi proyecto «me de una mano». Hablaré con los propietarios de esta tierra… son buenos los hermanos Lima… con ellos hablaré, haciéndoles ver lo que representaría esta obra para el desarrollo agrícola del sur!!!
Larga fue la conversación con los dueños del campo, y apenas comenzados los trabajos, surgieron los inconvenientes: vientos huracanados, lluvias increíbles en una región periódicamente azotada por fenómenos pluviales, que convertían en lodazales los médanos. ¿Qué hacer? -musitaba don Bernardino-, hasta que, cavilando, y hondamente preocupado pero jamás presa del desaliento, llegó la idea salvadora: Conocía a don Sotero y a don Balbino Arizu, y tenía amistad con Federico Loasses y Carlos Alurralde.
Los dos primeros le facilitaron dinero, y los otros, mercaderías, herramientas y elementos que el señor Izuel pagó con terrenos de su propiedad.
Alegre, pletórico de entusiasmo, y con tan providenciales recursos, continuó su recién y truncado proyecto, hasta que, feliz, y trasmitiendo alegría, puso fin a su acariciada obra.
A don Bernardino Izuel se le debe, por lo tanto la primera gran producción debida al trabajo de largo tiempo, durante el cual tuvo la ayuda de un hombre que quiso mucho, y fue su eficaz colaborador. Se trataba de José Pedroza, un español que fue capataz de la obra y dirigió a la perfección a quienes tuvo bajo sus órdenes.
Por aquella época en que abría el canal que posteriormente llevó su nombre, los herederos del General Alvear, acaudalados propietarios de tierras dentro del actual departamento que perpetúa el apellido del citado militar, efectuaban sus obras de regadío en la zona aludida.
Grata es la memoria del español Izuel, tan inquieto como admirado poblador cuyo espíritu emprendedor trasmitió a sus descendientes. Fue don Bernardino un hombre virtuoso, que del trabajo, hizo un culto. No fue solo la construcción del canal su gran obra, considerada como una de las mayores en su género del sur mendocino. Muchas importantes realizaciones llevó a cabo, pero en la historia de la agricultura regional, es sobradamente sabido que en la tierra por él fecundada se plantaron los viñedos mayores del mundo.
* Del suplemento «HISTORIAS, PERSONAJES Y LEYENDAS DE SAN RAFAEL», publicado en SEMANARIO DEPARTAMENTAL.