Cuando aún no había cumplido doce años y comenzaba a ser adolescente, en los comienzos de 1861, víctimas del terremoto que destruyó a Mendoza, murieron los padres y tres de los cuatro hermanos de Saturnino Torres.
Alejo, su admirado hermano mayor, el otro sobreviviente, ya andaba por el sur de la provincia a los lanzazos con la indiada de las fronteras, y sus hazañas causaban entusiasmo en el niño, que vivía en la casa de su tío materno don Lisandro Moyano.
Rebelde e independiente era el muchacho, quién antes de cumplir 15 años se enroló como voluntario en un escuadrón de guías, donde llegó a ser jefe antes de cumplir su mayoría de edad.
Preciso es hacer un estudio detenido de la campaña del desierto para advertir la infinidad de órdenes, partes, informes de combates, y menciones, donde consta que el ya Comandante Torres, intervino en el mayor número de combates y hechos de armas de toda la segunda campaña.
Jinete sin igual, domador incomparable, la mejor lanza, incluyendo al más hábil de los salvajes, fue el mas avezado de todos los criollos que formaban los diversos escuadrones de la época.
Los grandes caciques lo llamaban «El toro Torres», y su figura legendaria era mas que temida, provocadora de desbandes.
Gran estampa, buen mozo, atlético, de larga barba que conservó hasta su muerte, su mirada penetrante y expresión enérgica lo hacían inconfundible, a través de su silencio respetuoso, gentil, franco y atento cada vez que circunstancialmente debía actuar en salones sociales.
La provincia de Mendoza, retribuyendo sus heroicos servicios, le hizo donación de 15 leguas de campo, y él, que conocía al sur mendocino como la palma de su mano, ubicó el campo en el extremo sur de San Rafael. De aquel San Rafael que «tanto me ayudó a ser hombre».
Los sanrafaelinos están en deuda con este valiente, pero poco y nada lo recuerdan. Algo para reflexionar.
Hubo conceptos admirables, e infinidad de escritos pertenecientes a Sarmiento, Roca, Olascoaga, y otros prestigiosos militares que fueron sus amigos.
Y ahora -a más de cien años después de su muerte en 1897- todos saben que «Comandante Torres» es una calle, pero no saben nada de su vida.
* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.