POR ALEJANDRO DELL´ORBO – El jueves a las 21:30 circulaba en mi auto por calle Chacabuco, con dirección oeste, frente al Centro de Congresos y Convenciones.
Allí pude ver una imagen tan absurda y miserable, como deplorable.
Por el carril contrario venía un auto oscuro (creo que era un Fiat Uno o Duna), con dos ocupantes. El acompañante tenía la ventanilla baja, y sujetaba una correa rosada que, en su otro extremo, sujetaba a un perro flaco, de raza mediana, tipo galgo, obligado a correr a la velocidad del coche.
Pasaron bastante ligero… pero no podría calcular el kilometraje. Por un instante me invadió un frío en el cuerpo difícil de describir, y rápidamente revisé las tres acciones posibles: 1- Seguir de largo y hacer que nada pasaba; 2- Seguirlos, alcanzarlos y putearlos; 3- Llamar a la autoridad.
Teniendo en cuenta el contexto del lugar y la hora, decidí lo tercero. Me atendió una operadora del 911 a la que le expliqué la situación. Me dijo que iba a mandar un móvil.
Desconozco que pasó luego… si el patrullero llegó, si ubicó a este par de idiotas, y si los mismos terminaron en la comisaría.
Posiblemente aduzcan que están entrenando al animal para una carrera, o para cazar piches. Realmente me importa un bledo… sólo recuerdo la carita del torturado animal, como pidiendo por favor que alguien se apiade de su físico cansado por una carrera que él no decidió correr.
Me gustaría saber que piensan los sanrafaelinos que están leyendo mi carta de estos personajes, y como hubieran reaccionado en mi lugar.