POR FEDERICO ZAMARBIDE (Diputado Nacional Sanrafaelino)
Hace 15 años y siendo estudiante, escribí para la facultad un trabajo sobre el Protocolo de Kyoto y las formas de incentivar económicamente la reducción de emisión de gases de efecto invernadero. En ese momento, existían dudas en la comunidad científica sobre si existía realmente un cambio en el clima a nivel global, y sobre el origen del mismo. Lo que hoy llamamos los “negacionistas” del cambio climático. Hoy, esas dudas están despejadas para la mayoría de los científicos que están en el tema.
Las consecuencias del cambio climático llegan implacables e indiscutibles a los oasis mendocinos. Por citar sólo un ejemplo, la cuenca del Atuel tiene los embalses Valle Grande y Nihuil con sólo 27% promedio de su capacidad. La drástica reducción de caudales derivados de la escasez de precipitaciones níveas, sumado al retroceso de glaciares, ponen en jaque a nuestra producción primaria. La escasez de agua viene acompañada de olas de calor, lo cual perjudica también algunos productos como la fruta. La mayoría del territorio mendocino es secano, y si bien tenemos un nivel de precipitaciones normales en cuanto al promedio anual, el cambio climático rompe el régimen hídrico, por lo que es esperable que tengamos períodos de lluvias concentradas seguidos de extensos períodos de sequía. Eso ocasiona crecimiento repentino de vegetación, que cuando se seca implica una gran carga de fuego en incendios forestales. Complica de esta forma el manejo ganadero en nuestros campos.
Debido a estos factores, he presentado un proyecto de Ley en el Congreso a fin de que la crisis hídrica en las zonas cordilleranas sea considerada causal de emergencia agropecuaria nacional. La falta de nieve nuestra es el equivalente a la falta de lluvia en la Pampa Húmeda, entonces ¿si la sequía es considerada causal de emergencia para esa región, por qué para nosotros no? Valoro el interés y apoyo de Diputados de distintas Provincias y fuerzas políticas. Además, el proyecto establece un aumento del Fondo Nacional para la Mitigación de Emergencias y Desastres Agropecuarios, y dicho aumento se convierte a unidades de valor actualizable, para que el monto no se licúe por inflación.
Los mendocinos tenemos un activo social que puede ser transformador: una ciudadanía interesada en el cuidado del agua. El desafío estará en que ese interés sea movilizador, y pasar de la declamación a la acción. Así como el cambio climático afecta la producción agropecuaria, también a la vida urbana y a nuestros usos y costumbres. Vivir en el oasis nos ha dado una falsa sensación de abundancia que nos hace olvidar que estamos en el desierto. Si no fuera así, no tendríamos el consumo de agua potable per cápita que tenemos (400 litros por habitante por día, con picos de 700, cuando la OMS recomienda 250 litros). El agua potable tiene un costo muy distinto al del agua de riego, y el elevado consumo es una muestra de que nos falta conciencia sobre su cuidado. Se ha instalado la idea de que el consumo humano no es significativo para los ríos de la provincia. Eso es así para los ríos Malargüe y Atuel, pero para el río Mendoza, el agua que se destina a abastecer consumo humano representa el 43.6% del caudal. Más allá del caudal que se destine a este uso, el cuidado del agua potable es parte del cambio cultural que debemos hacer como respuesta al cambio climático.
Considero inadmisible que siendo habitantes del desierto y en un contexto de extrema crisis hídrica como el actual, la tarifa de agua potable sea por metro cuadrado construido y no por metro cúbico de agua consumido. El agua potable es sin duda un bien social, pero no por ello deja de ser un bien económico escaso, y como tal, valorable. La gran cantidad de cooperativas prestadoras de servicios de agua potable en zonas rurales de la provincia cobran el agua por consumo y tienen un sistema que penaliza el exceso. Resultado: en las zonas rurales se consume menos agua potable que en las ciudades donde presta servicio Aysam.
Algunas propuestas que son de fácil aplicación con costos bajos:
– Que Aysam o las cooperativas de agua potable no conecten el servicio a construcciones nuevas y los municipios no entreguen certificado de final de obra a aquellas construcciones que no tengan cámaras sépticas debidamente construidas. Actualmente, hay construcciones que no tienen servicio de cloaca y utilizan pozos en forma directa, lo cual presenta un potencial contaminante muy importante para la napa freática, además de acortar la vida útil de los pozos sépticos. Una cámara séptica no es significativa en el costo total de una vivienda nueva.
– Idéntica actuación debería suceder para las viviendas que no tengan instalados inodoros con doble descarga. El mismo no es mucho más costoso que uno tradicional, ya que se trata de un dispositivo en la mochila del equipo. Recordemos que el inodoro representa el mayor consumo de agua en un hogar.
– Instalar medidores de consumo en todos los domicilios de Mendoza, y que la tarifa sea por metro cúbico de agua consumido. Se podrá decir que esto tiene un costo para el usuario, y efectivamente así es. El mismo costo que asumen todos los usuarios de las numerosas cooperativas de servicios de zonas rurales, muchos de los cuales son familias de bajos recursos que pagaron su medidor al momento de conectarse al servicio. Aysam ha estado trabajando en la búsqueda de financiamiento para esto. La cifra no es nada despreciable dado que hablamos de aproximadamente 400.000 usuarios.
Países como Israel y su producción agrícola en un desierto más agresivo que el nuestro es un ejemplo a imitar, pensemos que si logramos mejorar la eficiencia “tranqueras adentro” tecnificando el riego el agua sería suficiente (más allá de las obras en canales que deben hacer Irrigación o Inspecciones de Cauce). También nuestro vecino Chile (con 130 litros de consumo de agua potable por habitante por día) tiene algunos puntos de los cuales podemos aprender. Tenemos distinto nivel de responsabilidad frente al cambio climático. No es igual la participación (y sobre todo, a lo largo de la historia) de los países industrializados en la emisión de gases de efecto invernadero que la de los países en desarrollo. Pero tenemos que entender que todos somos parte del problema, y también podemos serlo de la solución. Nuestros niveles y métodos de producción y consumo (con sus respectivas huellas hídricas y de carbono) son insostenibles para el planeta.