El don de gente es una virtud relacionada al respeto al prójimo; una cualidad cada vez más difícil de hallar. Y las conductas de los ciudadanos en la calle nos hablan mucho de ellas.
En este caso, observamos una vereda literalmente cercada, con el fin que a la propietaria no le pisen el pastito sembrado.
Comprendemos la situación, pero si se tratara de un día o una semana; en cambio, la vereda ya lleva tres meses interrumpida.
El peatón que circula por calle Ameghino, frente al parque, debe bajar a la calle para poder seguir paso, todo porque la dueña de la flamante mansión, propietaria de la empresa de cable local, decidió que usted no puede hacer uso del espacio público.
Celebramos y apoyamos las obras públicas o privadas que embellecen nuestra Ciudad, pero todo tiene un límite, ¿no?