POR ENRIQUE F. CAÑEQUE – Con el objeto de promocionar la creación de una Institución Aeronáutica que fomente y encause las actividades aéreas, en una Asamblea convocada en el Cine Avenida, se reúnen el 6 de Noviembre de 1935 Edgardo Romero Day, Helena Mansilla, Alberto Sueta, Enrique Oliva, Daniel Córdoba, y Esteban C. Rivas, y resuelven: «Considerando la conveniencia de dotar a la Ciudad de San Rafael y al vasto Departamento de la Provincia de Mendoza, que es Capital, de una Institución Aeronáutica que desarrolle las actividades aéreas, llamadas a tener tanta importancia en la zona, por la naturaleza propia de la misma y el aliento espiritual y económico que las animan, se resuelve dar las bases para la creación de un Aero Club, quedando así la primera Comisión Directiva, formada por las siguientes personas: Presidente, Edgardo Romero Day; Vice, Enrique Grazzini; Secretario, Daniel Córdoba; Pro-Secretario, Mario Pecchia; Tesorero, Guillermo Arbet; Pro Tesorero, Enrique Oliva; Revisor de Cuentas, José Calón; Vocales, Jorge Parejas, Renee Meunier y Raúl Gargiulo».
En un principio el Aéro Club funcionó en un campo cedido por Alberto Sueta, en la calle de Los Dos Alamos, en un aeródromo sin terminar llamado «El POLENTREGUA». Con mejoras introducidas se pudo habilitar el campo de aterrizaje. Poco después, con la colaboración de amigos y créditos bancarios, se adquirió el avión del Club. Como Instructor y ad-honorem evocamos a Edgardo Romero Day, el que brindó las primeras lecciones a los alumnos inscriptos para recibirse de pilotos civiles.
El 31 de Marzo de 1939 obtuvieron el brevet de piloto los señores Daniel Córdoba, José María Lauría, Juan Fernandez, Jorge Parejas y Mario Pecchia.
El día 12 de Noviembre de 1939, en un fatal accidente, perdió la vida José M. Lauría, cuya tragedia paralizó completamente la actividad del Aero Club.
Al tiempo, la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil impulsó las actividades aerodeportivas del país, dándole material, y a principio de 1940 dieron comienzo los cursos de pilotaje por el instructor designado, José Atencio. Se inscribieron como alumnos los señores Laureano Castellani y Javier de la Reta.
En la Presidencia del Dr. Luis Ernesto Otto Keil y Secretario Jorge Medaura, se construyó la pista de Las Paredes, cuyo terreno era de Antonio Campi, quién vendió a la ex Junta Reguladora de Vinos, y mediante gestiones realizadas, se escrituraron 78 hectáreas a favor del Ministerio de Guerra, y al crearse la Secretaría de Aeronáutica, la propiedad pasó a esta última repartición.
El Gobierno de la Provincia otorgó $14.000, con lo que se construyeron sala de espera, baños y taller mecánico. También se levantó la gruta actual de la PATRONA de la aeronáutica, VIRGEN DE LORETO. Al mismo tiempo la Dirección de Aeronáutica asignó un avión Fleet matricula LV-CCC de 100 H.P.
Alrededor de 1947/48, y bajo la Presidencica de don Juan Suter, se consigue construir la pista de ripio, y con ello la llegada a San Rafael de Aerolíneas Argentina, en los famosos DC3. Posteriormente, estando a cargo de la Jefatura del Aeropuerto por el Señor Osvaldo Colombaro, se logra expropiar el terreno colindante hacia el Este hasta conseguir una longitud de pista de casi dos mil metros, además del asfaltado de la misma y el baliza-miento eléctrico para operaciones nocturnas.
En el año 1946 hice el curso de piloto civil, obteniendo la Licencia de Piloto Privado Nº 868, con el Instructor Daniel A. Mini, quien se recibiera de piloto en una campaña que hizo el Gobierno Nacional para formar 5.000 pilotos. Por esa época nos asignaron tres aviones, dos Milles Magister de 130 H:P. totalmente de madera, de origen Inglés, que fueron fabricados para entrenar pilotos en la segunda guerra mundial; de allí salían a pilotear Spitfire y Hurricane, y un Piper Cub de 65 H.P.
EL AUTOMOVIL CLUB SAN RAFAEL
El día 6 de Abril de 1936 se funda el Automóvil Club San Rafael, según constancia de la AFIP-DGI, inscripto en esa fecha, pero en la Institución no se encuentran antecedentes hasta el día 21 de Junio de 1940, en que se reúnen las siguientes personas con el objeto de reorganizar la entidad: Amadeo Simonini, Américo Martinez Sánchez, Manuel Casquero, Francisco Martín Rivas, Manuel Mozas, Julio Civercchia, Alberto Bessone, Pedro Decarre, Juan Fernández, Hilario Guerrini y Angel Anchelerguez.
La nueva Comisión Directiva desarrolló una intensa actividad, organizando carreras de autos Ford «T» y otras de preparación libre.
En el año 1954, y bajo la Presidencia de don Julio Civercchia, promueven una conscripción de Socios Vitalicios, con importe más o menos importante y pagadero en cuotas, con lo que se dio comienzo al natatorio y canchas de tenis.
Yo me adherí al proyecto obteniendo el número de Socio Vitalicio Nº58; en varias oportunidades visité las obras, y allí estaba Don Julio, con un sombrero de paja y los pantalones arremangados, cuaderno en mano anotando todo lo que salía y entraba al predio, puede decirse que fue el alma-mater de ese complejo.
Ese mismo año, don Florencio Cañeque, compra la primera sierra eléctrica para cortar huesos, era un poco más pequeña que las de carpintero, y tenía los volantes carenados (cubiertos), siendo la mesa de trabajo de mármol. Un poco más adelante compra una más moderna que hace instalar en el mostrador, que era de mármol de Carrara de 3 cms de espesor.
EL PRIMER SURTIDOR DE NAFTA
En el año 1937, don Francisco Cañeque viaja a Mendoza para ver dos surtidores de nafta que había instalado el Señor Alejandro Posca, y decidió comprar e instalar uno en San Rafael; se trataba de un surtidor marca Siam Di Tella, eléctrico y el único que vendía, tanto por litros como por pesos, los demás existentes sólo vendían múltiplo de cinco litros; además, la mayoría eran manuales, salvo dos o tres eléctricos, pero entregando múltiplo de cinco litros que tenían los Hermanos Dalmasso, Gómez y Grivel y el señor Ciardullo en Av. Mitre, entre Godoy Cruz y Gral. Gutierrez (frente al Centro Cultural del Diamante).
Instaló ese nuevo surtidor en Av. San Martín Nº135, donde funcionara la Empresa de ómnibus. Hubo que enseñar a los clientes que la manguera no se escurría, ya que el combustible queda hasta la manija de la llave, en cambio en las manuales si se cerraba la llave de paso, quedaban cerca de dos litros de nafta en la manguera. Pronto se acostumbraron a pedir: «Dame un peso pibe».
* Publicado en el suplemento «Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael», de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.