Ya es sabido que el uso de los celulares en la cárcel está admitido por sus directores. Es un elemento más de entretenimiento para los internos, a quienes hay que contener a como de lugar, para que no generen disturbios.
Por eso la mayoría de los presidiarios de nuestra penitenciarí viven «dopados» por medicamentos alotrópicos, que les recetan los mismos médicos del organismo.
Está claro que el penal no reúne las condiciones para albergar más de 300 internos, cuando ni siquiera tiene el suficiente espacio donde movilizarse, o hacer prácticas deportivas.
Las imágenes que les mostramos a continuación hablan por si solas: Un pibe de unos 20 años, preso por distintos robos y otros delitos, recibe visitas femeninas, se saca fotos y se ríe sin tapujos.
Las imágenes indignan, ya que el común de la gente (sobre todo la que fue víctima de delitos) pretende otra imagen de nuestras cárceles, por ejemplo con internos trabajando y aprendiendo oficios, y no sacándose selfies con teléfonos obtenidos del producido del delito.
La privación de la libertad debiera contemplar también la pérdida de distintos derechos, para que estos malvivientes sientan realmente el rigor de un sistema penitenciario rígido, que los haga reflexionar sobre sus «errores», para que no los vuelvan a cometer una vez recuperada la libertad.