La diminuta figura de una educadora que al finalizar la década de 1930 enseñaba a los chicos del comienzo primario, difería de lo vulgarmente conocido. «La señora constancia» de renegridos cabellos que armonizaban con su vestimenta oscura en contraste con su rostro entre pálido y amarillento, inspiraba respeto. Su mirada escrutadora tras el cristal de sus anteojos con cadena de oro, resaltaba la negrura marcadamente verdosa de sus ojos.
Era seria la maestra. Sus alumnos, de siete a nueve años, guardando absoluto silencio escuchaban sus conceptos pausados que tras las materias comunes finalizaban con sentencias morales. Presentían ellos, como pueden advertir los niños, que algo quizás doloroso escondía en su fuero íntimo la mujer, joven por aquel tiempo.
Tal vez por instinto, «los educadores» así denominaba a los chicos, observadores de su gesto altivo inmediatamente posterior a la reprensión, al mirarla caminar con paso inseguro sobre altos tacos que aumentaban su talla, experimentaban un extraño sentimiento de adhesión e imaginación, como expresamos antes que alguna pena rondaba en su alma.
Constancia Maidana de Rodriguez, dominante e inflexible, con expresión jamás cambiante, era fría, aunque fiel a su investidura docente y al rigor educativo.
Dejó un recuerdo que constituyó al fin y al cabo con el paso del tiempo la imagen de una maestra que de la disciplina hizo un auténtico reglamento de conducta.
Profesionalmente hablando fue capaz. Acertado debe haber sido lo que en su torno manifestó un ilustre poeta sanrafaelino que fue su alumno de segundo grado. «No se que ángel oscuro andaría en sus venas navegando, ni que dolor sin puertas roería sus párpados».
Hemos tenido oportunidad de conversar con algunos de quienes fueron sus alumnos: Si, la recordamos, pero ahora, reflexionando, en torno a su personalidad, algo seguramente no feliz rondaba en su interior. Nosotros, alumnos de tercer o cuarto grado la juzgábamos a través de su austeridad. Aunque algo que siempre repetía, nos quedó grabado. Se trataba de una palabra: «La responsabilidad».
* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.