Luego que se destaparan los delitos impositivos del empresario kirchnerista Cristóbal López, dueño de la cadena «Casino Club» y de varias casas de tragamonedas en todo el país (incluido el barco de Puerto Madero y el hipódromo de Palermo), la AFIP y otros organismos pusieron el ojo en las empresas del ex novio de Ingrid Grudke.
En San Rafael es concesionario del Casino Club, que a diferencia del Tower funciona con una licencia provisoria otorgada por el Estado, ya que la sala no es propia, sino del Instituto Provincial de Juegos y Casinos, que en el año 1999 llamó a licitación, la que ganaría López, que por ese tiempo tenía apenas ocho casinos en el sur del país.
El contrato fue por 10 años, pero una vez que se cumplió el plazo (en 2009) López pidió prórroga tras prórroga, cuando el gobierno anterior debió llamar a licitación nuevamente.
¿MAQUINAS «TRAMPOSAS»?
Luego que inspectores de Lotería Nacional clausuraran una gran cantidad de máquinas tragamonedas de distintas salas del empresario amigo de Néstor Kirchner, el IPJC ha reforzado los controles.
Entre las falencias encontradas por los inspectores, se destaca la falta de certificaciones internacionales que garanticen que los aparatos no puedan hacerle “trampa” a los apostadores. Además, se descubrió que muchas máquinas no contaban con mecanismos básicos de seguridad ni programas para mantenerse activas en caso de cortes de energía eléctrica, lo que da lugar a sospechas.
Además del Casino de San Rafael, López tiene participación en las salas tragamonedas de San Martín, Rivadavia, General Alvear y Malargüe (un 49% de la utilidad de las máquinas), que son anexos del IPJC.
QUEJAS
Desde que López se diversificó tanto en sus actividades comerciales, descuidó algunos de sus casinos, entre ellos el de San Rafael, que desde hace mucho tiempo parece más una sala velatoria que un centro del juego.
Los habituales concurrentes de ese local (que mayoritariamente viven en la zona de influencia) denunciaron a este medio máquinas rotas, y que pagan poco y nada; falta de seguridad dentro y fuera de la propiedad, ya que mucha gente fue asaltada a la salida; y abandono en el mantenimiento del edificio, a tal punto que tiene goteras, que el gerente «soluciona» colocando un balde arriba de la alfombra (foto).
Los empleados también están que trinan con el trato que reciben, y el bar cada vez funciona peor.
No en vano todos los días el Tower lo cuadriplica en cantidad de visitantes.
En fin, el ocaso de las empresas de don Cristóbal López se trasladó a su pequeño casino del sur de Mendoza.