¿Cuándo comenzó realmente a modernizarse San Rafael?
En 1938, la pavimentación constituyó la virtual puesta en marcha del gran progreso edilicio y el cambio notable del casco urbano que, en corto tiempo, quedó totalmente remozado, al convertirse las polvorientas calles de tierra y ripio en prolijas arterias y amplias avenidas, fuera del gradual emplazamiento de nuevos barrios y la consecuente extensión de la ciudad, donde constantemente se habilitaban comercio de toda índole.
Aquel cambio no significó en modo alguno la desaparición paulatina de lo genuinamente folklórico y popular. Tal simbolismo se manifiesta en el conjunto de leyendas, canciones y costumbres, o sistemas íntimamente enraizados en el seno de una población o país.
Tipo singularísimo, «El Champa». Activísimo y entusiasta en su doble condición de vendedor ambulante, deportista e hincha «futbolero».
Pocos deben ser los sanrafaelinos que no hayan comido aquellas exquisitas empanadas ordenadas en filas que llevaba en un carrito cubierto por una bandeja calentada desde abajo por un brasero transmisor de calor.
Simpático, perseverante en su acción vendedora, ofrecía de viva voz su mercadería con pintoresco léxico suburbano. «Mire -decía- lo que usted irá a saborear está hecho con los mejores productos de la zona»; y agregaba: «Nos envidian los de afuera porque lo que aquí ofrezco es la verdadera empanada criolla, y ninguna es superior a la sanrafaelina».
Sus palabras eran estudiadas de memoria, a fuerza de repetirlas antes de ganar la calle.
– Dígame -le preguntó cierto día un forastero- ¿a usted le dicen «Champa»?… ¿Qué significa esa palabra?
Sonrió nuestro amigo y contestó, adoptando aires de suficiencia:
– Porque del tronco y la raíz entera salen adheridos numerosos bichitos que viven bajo el suelo.
– ¿Y eso que tiene que ver con su sobrenombre?
Nueva sonrisa del «Champa».
– Bueno, mire -dijo ahora sin la suficiencia anterior- como son muchos los bichitos, y muchas las empanadas que llevo, asocian esto con la cantidad de mercadería que vendo.
Sorprendido, el forastero, ante una respuesta que juzgó razonable, le compró un par de empanadas, que de inmediato nuestro personaje repuso sacándolas de otra bandeja inferior.
Algunas décadas han transcurrido desde entonces, pero no son tantas como para que gran parte de los pobladores de la guardia vieja sanrafaelina lo recuerden al popular «Champa».
* Publicado en el suplemento «Historias, personajes y leyendas de San Rafael», de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.