Francisco Clavero, diez años al mando del Fuerte*

Fuerte
Reconocidos méritos tuvo en San Rafael un oficial de singulares y probadas condiciones militares, quien al finalizar la década de 1850 fue designado comandante del Fuerte en cuyas cercanías nació al comenzar el año 1820.
Hombre virtuoso y opuesto al dogma católico, pero ferviente al razonamiento puro de Moreno, Belgrano, el Almirante Brown y tantos otros, cumplió funciones hasta finales de 1860, pues se integró a las luchas por la organización nacional llevadas a cabo en Córdoba, Mendoza, y San Juan, ciudad ésta en donde, sin pruebas, fue acusado del fusilamiento de Aberastain, a raíz de lo cual fue encarcelado.
Manuel Olascoaga, íntimo amigo del preso, recibió la visita de la anciana madre del militar detenido, a fin de que su hijo fuera trasladado al baluarte sanrafaelino, también acusado de matar a don Juan Segura, un respetable vecino del viejo poblado, asesinado alevosamente por el llamado «mulato Flores», un personaje de malos antecedentes.
Entretanto, Clavero, digno y de elevados principios morales, tras dejar la prisión y volver a ocupar funciones militares en medio del gran desorden imperante en el sur, logró reunirse con su madre, en los comienzos de los preparativos expedicionarios al desierto del general Roca, que culminaron con la virtual finalización del accionar indio.
A partir de entonces, y por carecer de datos, ignoramos el destino del aguerrido oficial Clavero, aunque por informaciones vagas nunca confirmadas, se alejó con su progenitora, a quien adoraba, con rumbo ignorado y la salud quebrantada.
El general Julio Argentino Roca y Manuel Olascoaga, ordenaron la partida de soldados y milicianos hacia todos los rincones del sur. Era preciso hallarlo para que disfrutara con sus viejos compañeros de luchas, la nueva etapa de tranquilidad que se iniciaba, comenzados ya los tiempos nuevos, sin la amenaza temida del indio, y juzgando lo que representaba el concurso de hombres que, como el valioso comandante Clavero podía significar su aporte dentro de los campos administrativos y organizativos de San Rafael que, aún siendo prácticamente un enorme desierto, empezaba a transformarse.
Solo quedó su recuerdo, y como una leyenda se extendió la desaparición suya y la de su madre casi centenaria, a quienes imaginaban vagando en la soledad, hasta que la muerte por inanición acabara con ellos.
* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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