Históricas: El abuelo de la Niña Encantada

Laguna
Absortos, miraban los familiares de Piuquén la gigantesca piedra ubicada en la cumbre del cerro que le sirve de pedestal, a cuya vera una culebreante corriente desembocaba en el río.
Un temblor de tierra había alterado el orden y la disposición hasta entonces contemplada, y ahora, en la ribera, una roca formaba casi la figura viva de un pastor que cuidaba sus cabras.
Reconocieron en él, al abuelo de la Niña Encantada, de la vecina laguna del mismo nombre, donde una increíble formación pétrea dibuja a la perfección, la silueta de una jovencita que inmóvil permanece con la vista fija en el cielo.
Era durante la hora del crepúsculo, cuando los rayos del sol del ocaso matizaban los abruptos peñascos y laderas en una intensa gama de colores, que poco mas tarde, avanzada ya la oscuridad, el resplandor lunar y las estrellas alumbraban duendes gigantes y toda suerte de fantasmas de piedra que custodiaban el sueño de la niña.
¿Qué principio instintivo de ética colectiva despertó en el indio de hace siglos la imaginación inspirada siempre en el misterio?
Se extinguió la gran familia indígena del territorio que cientos de años más tarde se llamó San Rafael, pero quedan puesteros en el Sur del actual departamento que aseguran escuchar aullidos y gritos agoreros de animales y personas que sólo cobran vida mientras transcurren las horas de la noche.

* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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