Históricas: El cura Marco*

Cura Marco
Sería extensa la enumeración de los nombres que perduran en la historia del sur, algo que por otra parte han destacado los historiadores, con profusa información del comienzo y desarrollo de la vida regional.
De cualquier manera, no será reiterativo aludir a las nueve palabras que en la casa de Tucumán simbolizan quizá lo más auténticamente ajustado a la gran verdad universal: «Los pueblos que olviden su historia no tiene futuro».
En torno a lo expresado, no se trata aquí de volver hasta los primitivos relatos de los seres que arribaron o vivieron en cuyo, tanto a los Huarpes, Puelches, Mapuches, Pehuenches, o de las características pacíficas o guerreras de los indios que habitaron cada uno de los cuatro puntos cardinales de la provincia. Tratemos mejor de quienes tuvieron relación directa con las bases y cimientos materiales y espirituales de la cabecera departamental del sur mendocino.
Todos los habitantes de San Rafael saben que el cura Marco nacido al promediar el siglo XIX fue un hombre bondadoso que brindó amor a sus semejante y a cuyo cargo estuvo la seguridad y el futuro de los inmigrantes italianos arribados por el año 90, a los que alojó en viviendas que hizo construir, contiguas a las suyas situada en Las Paredes.
Saben igualmente que en sus tierras comenzaron a realizar faenas agrícolas los hombres que llegaron del otro lado del mar, y cuando la situación económica se tornó difícil vendió sus propiedades, compartió con los recién llegado horas adversas y fue el decisivo intermediario para que su «querida familia «Itálica» fuera contratada para trabajos similares a los anteriores, por Rodolfo Iselín, quién a bajo costo y módicas cuotas las vendió parcelas que más tarde convirtieron ellos en barrio propio.
El surco que abrió el cura Marco, despejó el camino para que la colectividad italiana hallara su destino en este San Rafael, representación fiel del heroico y sacrificado esfuerzo de todos aquellos que fueron sus constructores.
Sin embargo, no faltan quienes juzgando a su manera la acción del sacerdote, en alguna forma desvirtúen lo que personalmente realizó en beneficio de sus compatriotas, cuando estaba ya resuelta por los inmigrantes el regreso a la Ciudad de Mendoza, descorazonados frente a un futuro que, más que incierto, destruía sus ilusiones. Habló con Iselín, quien, generosamente les facilitó la adquisición de sus lotes, pagaderos en mensualidades, que en caso de no estar a sus alcances, jamás procedería a llevar a cabo juicio alguno. Los aguardaría, simplemente, por solidaridad, y por tener fe que ellos cumplirían los compromisos contraídos.
* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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