Históricas: La primera botica (farmacia) de San Rafael*

Botica
Prolongados abrazos recibió don Torcuato de Cartis cuando arribó a las tierras que dos años antes Rodolfo Iselín había comenzado a nivelar y desmontar, con el fin del mejoramiento agrícola, realizado con procedimientos técnicos adquiridos en Francia, su país natal.
Había permanecido corto tiempo en la ciudad de Mendoza, a la que llegó a poco de inaugurarse el ferrocarril Andino en 1885, donde compartió alegrías con sus compatriotas italianos, todos inmigrantes que se afincaron en el centro y en los aledaños de la capital provincial. Viajó luego a la llamada Colonia Francesa, y tras algunos días a bordo de una carreta que se detuvo en varias postas a lo largo del casi medio centenar de leguas existentes en el camino al sur, arribó un villorio en cuyo torno, flamantes canales de riego, preanunciaban crecimiento y desarrollo campestre.
Portador de una farmacopea que registraba los medicamentos y el modo de prepararlos, don Torcuato, práctico en la materia, poco demoró en instalarse y comenzar a mitigar dolencias en la Villa 25 de Mayo.    El boticario, oriundo de la región piamontesa, es recordado hoy en el círculo farmacéutico de San Rafael, entidad que cumple una misión auténticamente saludable en beneficio de la comunidad, integrada por profesionales que evocan una reflexión que a menudo solía formular el itálico de Cartis un largo siglo atrás: «Las medicinas deben salir de la botica, no del almacén».
El arribo del médico Schestakow, típica imagen del hombre humanamente consagrado a la salud pública regional, constituyó un valioso aporte para la comunidad lugareña, que por esa época recibió al juzgado pionero de la ciencia farmacológica del pueblo, ya notablemente cambiado. Se llamaba Pastor Vidal, quien asociado al vecino Miguel Osorio inauguró la primera farmacia y droguería posterior a la antigua Villa, en cuyo laboratorio se preparaban las recetas indicadas por Schestakow con escritura prácticamente ilegible.
Tal, a grandes rasgos, el comienzo de las primeras «boticas», denominación simpática y popular, donde por otra parte era grato ver esos grandes frascos de color que exhibían simbólicos grabados alusivos al arte de curar, cuya vigencia se mantuvo hasta las primeras décadas del presente siglo.

* Publicado en el suplemento «Historias, personajes y leyendas de San Rafael», de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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