Históricas: Los niños en los fríos inviernos de los años 30*

años 30 niños
Helados, aunque plenos de sol, eran aquellos meses invernales.
Los chicos y chicas de los grados primarios (Arroyo, Atencio, Gay, Arias, Lorca, Cañeque, etc), alumnos de la escuela 25 de Mayo y gran parte de ellos vecinos, o en las cercanías de la estación terminal de ómnibus, solían reunirse antes de las ocho de la mañana para, en grupo, marchar hasta el colegio, en la avenida Mitre y Moreno.
Los gorros de lana, las bufandas que abrigaban boca y cuello y las gruesas prendas bajo el guardapolvo blanco, a su vez cubierto por abrigos como sobretodos, o pulloveres de doble lana, apenas atenuaban el rigor de las temperaturas constantemente por debajo del cero grado, y mucho menos las superpuestas medias tres cuarto o un poco mas largas, hasta las rodillas, que poco y nada abrigaban las piernas.
Sentían los alumnos mas intensamente el frío, recordando el calor de la cama y el humeante café con leche de la madrugada, servido en aquellas grandes tazas sin asa y de loza que era preciso tomarla entre ambas manos para llevarlas a la boca.
Había, durante el trayecto al colegio, algo en gran manera fascinante: era el crujido de las pisadas sobre la escarcha, compacta en largos tramos de las cuatro o cinco cuadras del recorrido.
Quebrar la superficie que parecía petrificada tenía para los chicos el sabor de una aventura grandemente entretenida, aunque interior y vagamente pensarán en que algún daño causaban, y al llegar a clase con las suelas de zapatos y botines húmedos y helados, sabían que en horas del mediodía, durante el camino de regreso a casa, nuevamente estarían las calles de tierra cubiertas de escarcha y sin huellas de las pisadas mañaneras, pues los pocos grados por encima de la marca anterior no alcanzaban para derretir la blanca alfombra que en el invierno cubría calles y caminos de la población sanrafaelina.
Soñaban los muchachitos con las vacaciones de un par de semanas que comenzaban poco antes de promediar julio, pero sin embargo, cuando dejaban el aula no dejaban de repetir el acostumbrado juego frente a sus viviendas, eso sí, jamás, pensarlo, se atreverían a ponerse de pié mas que un instante sobre la densa y prieta blancura de las acequias
* Publicado en la colección «HISTORIAS, PERSONAJES Y LEYENDAS DE SAN RAFAEL» de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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