Históricas: Sarita García Calle de Blanco*

Menuda, frágil, y primorosamente femenina era aquella niña quinceañera nacida en la Ciudad de Mendoza, quien siendo aún adolescente y ya casada, viajó con su marido a San Rafael, donde transcurrió el resto de su vida.
Dentro de los grandes acontecimientos sociales registrados en la capital de la provincia, ninguno alcanzó el relieve de la fiesta y el almuerzo criollo realizado el 13 de abril de 1885 en la finca del acaudalado empresario Carlos González Videla, propietario de la famosa bodega «Panquegua».
El arribo del presidente Julio Argentino Roca con motivo de la inauguración de la línea ferroviaria que unía a Buenos Aires con Mendoza, y San Juan, congregó a lo más selecto y distinguido de la capital cuyana, en la que estuvieron presentes especialmente invitados, prestigiosos pobladores de San Rafael: el ingeniero Ballofet, el Comandante Salas, Rodolfo Iselín (ilustres pioneros del sur mendocino), y el grupo de damas y caballeros residentes en fincas de aquella zona del pueblo sanrafaelino, que recién comenzaba a delinearse.
Las mesas, cubiertas con finos manteles de hilo, vajilla compuesta por cubiertos de plata, y platos, copas y jarras de cristal de bohemia, engalanaron junto a la profusión de rosas, claveles y orquídeas un agasajo durante el cual las palabras de los doctores Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre, Emilio Civit, Agustín Alvarez, y el gobernador de Mendoza de ese entonces, Rufino Ortega, enlazaron cálidamente la imagen cuyana con la sensibilidad nacional.
Estando las señoras y niñas departiendo con ministros, generales, diplomáticos e intelectuales, se puso de pie el anfitrión:
– A ver ustedes hijos -exclamó dirigiéndose a ellos- póngale música a la fiesta!!!, cada uno pues a sus guitarras!!!
Tras el anuncio, no pasó inadvertido el animado diálogo que el doctor Civit mantenía con Roca, quien observaba de vez en cuando a una muy agraciada jovencita, sentada frente suyo, en una mesa contigua.
– ¿Se anima, General, a hacer punta para baila runa cueca?
Obviamente la pregunta fue de Civit, por entonces ministro de obras públicas de la nación.
– ¿Ve usted aquella niña de ojos claros, muy bonita, que está junto al General Olascoaga?
– Sí, he reparado en ella. Es verdaderamente hermosa ¿Quién es?, contestó el presidente de la Nación.
– Se llama Sarita García Calle, es bisnieta del doctor Juan Ignacio García, un talento de la medicina que acompañó a usted, mi General, durante la campaña del desierto, y sobrina de alguien a quien usted estima mucho.
– ¿De quién se trata?
– Del auténtico propulsor de la industria vitivinícola de Mendoza; ex gobernador provincial, legislador, diplomático, y el productor más importante de América del Sur, don Tiburcio Benegas, tío de la niña que he mencionado, que es, a su vez, nieta de otro gobernante mendocino: Don Eusebio Blanco.
Imprevistamente, el General Roca dejó su asiento y marchó hasta la mesa vecina, deteniéndose frente a donde se hallaba la adolescente.
– ¿Me permite, niña? Se que baila usted muy bien la cueca…. Suenan ya las guitarras y -añadió- si le digo que baila bien, es porque no hay en Mendoza quien no lo haga.
Ruborosa, se puso ella de pie, hizo una leve inclinación y, dejándose conducir por el General que enlazaba su brazo, llegó hasta el embaldosado que enfrenta la mesa central, en cuyo torno ya formaban rueda los Zapata, Los Correas, Los Corvalán, Los Calle, Los Bombal, etc.
– ¿Comenzamos niña?
El presidente la miró sonriente, cuando «arrancaban» los preludios de una cueca.
«Aquella fiesta me ha quedado profundamente grabada» -recordaba en su vejez el héroe del desierto-. «Alegró mi vida. El baile con aquella jovencita dulce y candorosa, bisnieta del médico que me asistió en la campaña, me transportó a las brillantes fiestas de mi juventud, en el colegio militar».
«Bailé un par de cuecas, y ya no me daban mas «las tabas». La niña, en cambio, hubiera bailado toda la tarde», decía Roca.

«ENAMORADO». Mientras era presidente, y en una visita a Mendoza, el ex presidente Julio Argentino Roca bailó un par de cuecas con Sarita, de la cual habló maravillas, quedando impactado por el resto de su vida.
«ENAMORADO». Mientras era presidente, y en una visita a Mendoza, el ex presidente Julio Argentino Roca bailó un par de cuecas con Sarita, de la cual habló maravillas, quedando impactado por el resto de su vida.

Sarita García Calle se casó dos años después (a los 16), con un primo suyo, integrante de la vieja estirpe mendocina, Arturo Blanco, obviamente perteneciente a las viejas familias mencionadas.
Tras la boda se trasladó el matrimonio a San Rafael, donde se radicaron e hicieron famoso el gran caserón de «Cuadro Benegas», en las cercanías del citado pueblo, en formación.

* Publicado en el suplemento «Historias, personajes y leyendas de San Rafael», de SEMANARIO DEPARTAMENTAL 

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