Históricas: El vendedor de jarilla y su caballo*

Botellero
A diario lo veía el pueblo sanrafaelino; erguido, recto, con la cabeza casi echada hacia atrás, y sus escasos un metro y sesenta de estatura, a semejanza de un centurión romano, manejando con una rienda en cada mano su carro con llantas de goma, y propinándoles al caballo con brazo firme, potentes «guascazos» para que el animal no aminore su trote.
¿Cuántos años tiene? Tal vez mas de 80, pero su físico, menudo pero altivo y casi imponente, transmite el vigor que tan solo se manifiesta viéndolo de pié -jamás sentado-, con su camisa abierta por la que sobresale el pelo canoso de los años.
Yo no sé cuál es su nombre, y aunque lo he visto en dos o tres ocasiones por los barrios suburbanos de la ciudad, guiando su vehículo de dos ruedas, no creí oportuno detener su marcha, pues, su mano derecha empuñando el látigo arriba, era clara evidencia de su marcha urgente.
Nadie me dijo su nombre porque sólo lo conocen por «El Loro». Sin embargo, quienes lo conocen, afirman que, fuera de ser un símbolo de la honradez, es capaz de prestar cualquier clase de servicios.
Fue vendedor de jarilla -algo que quedó atrás-, y su carro es el depositario ya de verduras, de maderas, de leña, de tarros, de botellas, de escombros, de frascos, de cajones, o de flores secas.
Si alguien lo llama detiene su marcha, con gran alivio para su jamelgo, habituado a una marcha casi constante. Saben, no obstante, que apenas llega a su vivienda, el pasto para su caballo es el más fresco y verde existente en la zona donde se levanta su vivienda, que sin, seguridad de ello, queda en las afueras del Pueblo Soto.
Es buena persona «El Loro». Leal y solidario, no solo con quienes lo conocen, sino con cualquier desconocido.
Un lindo personaje para hacerle una nota, si aún sigue vivo, pero en ese caso difícil será de ubicar (foto ilustrativa).

* Publicado en el suplemento «Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael», de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

Comentarios

comentarios

Top