Históricas: Eleazar Bustos y los dos Puentes de la Isla*

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Un día -en el comienzo de la primavera de 1906-, el respetable profesional sanrafaelino Eleazar Bustos, detenido en el antiguo carril Donoso en su cruce con la actual calle Balloffet, observaba con suma atención un espectáculo poco advertido por los escasos cuatro mil pobladores de la Colonia Francesa.
Tiempo atrás, y en su condición de técnico, prestaba servicio en la hoy denominada Vialidad Nacional, donde colaboraba estrechamente con el ingeniero del Castillo, director de las construcciones de los puentes que cruzaban el río Diamante.
– Mire usted, ingeniero -le dijo cuando éste circunstancialmente
llegaba a su lado-, estamos parados justamente donde comienza el trazado de la calle planificada por su colega Balloffet. ¿Alcanza usted a ver en su final el Cerro Nevado que como un perfecto cono pareciera cerrar el camino en el mismo centro de la calle?
– Si, mi buen amigo -respondió del Castillo- Ya había reparado en lo que usted señala. Ocurre que no tuve ocasión de comentarlo con nadie, ocupados como estamos en la forestación del territorio de la isla.
Aquella plantación, compuesta en su gran mayoría por sauces y carolinos, de los que quedan numerosos ejemplares en la zona, permitió la compactación del suelo, afirmando al mismo tiempo las defensas mediante la construcción de los «Piés de gallo» (embolsamientos de ripio que bajo tierra emergían como escolleras para contrarrestar las crecientes).
Eleazar Bustos, valioso técnico perteneciente a la Dirección General De Puentes y Caminos, entidad que dependía del Ministerio de Obras Públicas de la Nación cuya jefatura ejercía en Mendoza el ingeniero José D. Corti, comenzó una vez finalizadas las obras aludidas, y ya con vasta experiencia en la materia, el trazado del arbolado que flanqueaba la ruta por ambos lados.
Fue aquel, el nacimiento de los pequeños álamos que se desarrollaron hasta formar la hermosa avenida de verdes y altísimos muros vegetales, orgullo sanrafaelino que forzosa y desgraciadamente hubieron de ser talados por imperio del intenso tráfico vehicular por ambas manos y el constante crecimiento de la ciudad.
Aquellos pobladores que marchando por Balloffet hacia el sur fijaban la vista en el horizonte lejano, se recreaban y detenían sus vehículos ante la imagen del aquel cerro coronado de nieve, que semejaba una pared de ancha base que se angostaba hacia la cúspide y parecía cortar el largo derrotero de la avenida naciente.
Durante la conversación que mantuvieron Del Castillo y Eleazar Bustos ¿podrán haber imaginado ambos que aquel espectáculo con el paso de los años, sería una de las simbólicas atracciones del futuro turístico sanrafaelino?

* Publicado en el suplemento “Historias, Personajes y Leyendas de San Rafael”, de SEMANARIO DEPARTAMENTAL.

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