Muerte de Carlos Espasandín: Denuncian mala práxis en la Policlínica

El pasado jueves dejó de existir Carlos Espasandin, nieto del fundador de Canal 6, y un colaborador ad honorem de HOY SAN RAFAEL.
Carlos tenía 48 años, y entre otras patologías padecía epilepsia. Sin embargo, estaba pleno, vital.
Todos los días se lo podía ver caminado en nuestras calles, y cada dos semanas era infaltable el viaje a Mendoza para ver a su querido Gimnasia.

Sin embargo, dos sábados atrás, los intestinos se le inflamaron, y terminó internado en la Policlínica, donde murió días después.
Ahora Carlos, desde «el más allá»*, cuenta en una carte su triste experiencia que lo llevó a la desencarnación.

Carlos con su hermano Roberto

«¡YO NO FUI, ESTOY BIEN!»
Hola: hoy veo que todos mis amigos se preguntan ¿qué me pasó?, ¿qué le pasó a Carlitos?, ¿cómo se fue de este mundo?
Les cuento: El sábado 11 me levanté muy bien; había estado la noche anterior en un asado con mi hermano y los amigos del fútbol, jugamos al truco y la pasamos lindo. A mediodía almorzamos en casa; como todos los sábados vino mi sobrina Guillermina, y mi querida cuñada Mariana; comimos las inmejorables milanesas de mi Mami, y pasé la tarde muy bien.
A la noche no hubo salida con mis fabulosos amigos, así que me quedé solito en casa viendo tele, y jodiendo a todos con el celular; pero a las 3 de la mañana me empezaron dolores muy fuertes en la panza, y mi Mami llamó a mi hermano que vino al toque y fuimos a la Policlínica, sin saber que allí me esperaba una trampa mortal.
Me pusieron suero, pero no se me pasaba, así que decidieron internarme y me dijeron que a la mañana seguramente me iba a casa.
Pero no fue así; a la mañana todo estaba peor. Mi hermano llamó a un Dr. Lodi que me vio ese domingo, dio algunas indicaciones y no apareció más (parece que era más importante jugar al golf).
Mi hermano, desesperado y preocupado, lo llamó todo el domingo y también el lunes, pero este señor no aparecía.
El lunes a la noche devolvió el llamado, y con vagas excusas se disculpó, pero dijo que no tenía turno para hacerme la endoscopía que necesitaba, parece que yo no era un caso urgente para él.
El martes vino un amigo de mi tío Cuki (Nota de la redacción: El fallecido gastroenterólogo Martinez Alonso), el Dr. Rigo, que me mandó a hacer una tomografía computada, que arrojó como resultado una obstrucción intestinal, y que inexplicablemente se me habían rotado los intestinos. Supuestamente un caso nunca visto, aunque mi hermano después supo por internet que eso puede ocurrir por una hernia.
El caso es que a esta altura mi hermano preocupado por mi medicación para la epilepsia, les comunicó a los médicos (quienes se pasaban el problema de uno a otro lado), y allí apareció un tal Dr. Javier Eztala, un neurólogo que no sabía que el ácido valproico, que era esencial para que no me dieran las convulsiones, existía también en inyectables, y no solamente en pastillas que no podía obviamente digerir (esto fue mortal para mi organismo).
El martes a la noche aparecieron los médicos y le dijeron a mi hermano que me tenían que operar de urgencia, porque podían reventar los intestinos por la inflamación, así que no le dieron otras posibilidades y tuvo que tomar la peor decisión de su vida, y consentir la operación.
Supuestamente la misma fue un éxito; estuve tres días interminables en terapia intensiva en donde le cantaba canciones del Lobo (mi gran pasión) a las enfermeras, las invitaba a salir y les di un poco de amor que necesitaban, pero también extrañé a mi viejo y comencé a pensar y a soñar cosas feas.
El sábado me sacaron de terapia, pero con dolores insoportables me tiraron literalmente de la camilla a la cama, lleno de sondas.
Mi Mamá y mi hermano me cuidaron toda la noche, pero él seguía preocupado por la medicación de la epilepsia. Comenzó a llamar a este Dr. Eztala y al Dr. Lodi quienes nunca aparecieron; les mandó mensajes que no contestaron. Es que tuve la mala suerte de un feriado largo, y los señores tenían cosas más importantes, pero no dejaron a nadie para reemplazarlos, y parece que los mensajes no les llegaban.
Mi hermano salió en busca de la medicación que si existía en inyectable, y mis amigos Guillermo y Alejandro Massini la mandaron a pedir a Mendoza, pero el envío llegó tarde.
El domingo a las 17 ocurrió lo inevitable: Después de ocho días de no tomar la medicación me dio una convulsión que fue mortal. Me llevaron a terapia, me intubaron y me pusieron en coma farmacológico, y allí agarré una neumonía hospitalaria y una septicemia.
Le dijeron a mi hermano que estaba estable y que me habían hecho unos cultivos; que debía esperar 48 horas para saber que bicho tenía, pero mientras tanto me bombardearon con antibióticos.
A las 48 horas se dieron cuenta que el cultivo no lo habían hecho, que no existía, y empezaron a fallar mis órganos vitales.
Desesperado, mi hermano consultó a otros médicos, y todos coincidían que debían operarme nuevamente, pero los anestesistas no querían arriesgar.
Cuando escuché que si me movían era hombre muerto, porque no tenían la tecnología para trasladarme al quirófano, ya no quise seguir luchando, vino mi Viejo a buscarme y decidí irme con El, un día antes de mi cumpleaños 49.
Yo perdono a los médicos y a los que dirigen una clínica vetusta y llena de enfermedades hospitalarias, a los que cometieron tantos errores y me ignoraron, pero parece que se las van a tener que ver con mi hermano que no tiene consuelo alguno por mi partida.
Ahora estoy mejor, ya nada me duele; mi armadura de guerrero con la que luché toda mi vida ya no me servía, y la dejé en el plano terrenal. Les di todo el amor que pude, mientras viví con ustedes. Ahora soy un poco más fuerte y aquí todos me respetan.
A los que me ignoraron y me hicieron mal, los perdono, pero a mis grandes amigos que me quisieron incondicionalmente le digo que siempre los voy a cuidar, y que cuando me recuerden allí voy a estar, y algún chiste ocurrente les voy a decir.
Ahora, lo único que me preocupa es que cuiden a mi Mami, porque gracias a ella viví todo el tiempo que estuve entre ustedes tratando siempre de contenerlos y escucharlos.
Los Amo, con todo mi corazón porque soy Carlitos “El Maestro amor” .

* La nota apareció ayer en su muro de Facebook, presumiblemente escrita por su hermano Roberto, con quien era inseparable.

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